Caras bellas veo hoy en la calle
caras bellas con los ojos abiertos,
a veces cerrados por el gas lacrimógeno,
pero en verdad siempre abiertos.
Tan abiertos como los cacerolazos y los cabildos,
abiertos como las grandes alamedas,
abiertos como los brazos de la amiga
que no veía hace unos días,
abiertos, como mis ojos consternados
ayer cuando leía
que un amigo estaba detenido
en una comisaría.
Abiertos como nuestras bocas gritando BASTA.
¡Hoy les saludo con los brazos abiertos!
Ayer con les vecines hicimos un cabildo abierto,
para dar dirección a tanta rabia justa:
hoy la dirección es Plaza Italia,
¿Alguna vez han oído hablar
de este simpático lugar
tan lindo y "democrático"
aunque ahora está "un poco" cuático,
donde están saliendo a la calle miles,
este país llamado Chile?
Sí po, "democracia",
da pena, rabia y hasta gracia
el presidente de este Chile
donde ahora protestan miles.
¿De qué democracia me estái hablando?
¿Hablái en serio, o me estái webiando?
Cuando en la calle el paco jala
y al que protesta le llega bala,
cuando sacái a los milicos en tanques
y los pacos culiaos hacen montajes.
¡Basta! Ya han muerto bastantes,
¡y no es por el alza
Una cara fantasma me mira hacia abajo.
Cuatro rostros flotantes me miran llorar.
Todo blanco se apaga en el cielo nocturno,
toda mancha se seca en mi tempestad.
Me han inyectado un sedante maligno
pisando, indolentes, mi inseguridad.
Ahora me duermo, en el suelo, ausente,
mis cuerdas afino, ensucio el altar.
Potente corriente, el talento añorado,
con luces forzado y un golpe locuaz.
Me voy, ojos claros, veré a mi amado.
No te espantes, lunita, no hay que decir más!
La sombra del olvido
se deposita en mis pestañas
mientras tu recuerdo
baila con el destino.
Dime, oh castillo,
fortaleza de viento y cielo,
dulce cobijo en otoño,
fruto en flor del destierro.
Dime, por favor, qué has hecho
con tus movimientos apresados,
dime qué has visto, anonadado,
detrás de lo que nadie ha cruzado.
¿Qué has pensado, qué has soñado?
Dime qué has amado.
Dime una mentira
que sea más verdad que yo,
dime en un suspiro de árbol superfluo
qué nudos se esconden en tu garganta.
De un gorjeo de muerte
saca las notas del no acabar
y en un grito que ya es un alma
verás tus sombras brillar.
Dame algo de confianza
para soltar tus ondas de luz
más allá de los bocetos de tu espalda
que libera a la letal, sublime voz.
Ve que florecen cansados
los remolinos de tu pecho
y cambia ese cuerpo, atento,
que gira, de nuevo, en su vacuidad.
Cállate
en un altar a los siete mares
y mírame
entre las arenas del desierto,
intento fallido de playa,
tragicomedia ignorantriste...
Búscame
por un segundo más
entre los sonetos del misterio
y hazme callar
para oír mejor
los lamentos del recuerdo.
Pensando en todo
me cuestiono la nada
y corroboro su existencia
en el medio del absurdo.
Caminando por tus ríos, oh bailarina,
camiseta ecuestre de voces entrecortadas,
me como tu sombra,
dulce mañana
como el azulejo oscuro
se traga los pretextos de un gusano.
Miro sin más
y veintiséis piedras lisas
me pegan estrepitosamente en la cabeza,
caigo en un suspiro de suspenso
y me desahogo en la manta
de la quebrada vespertina.
Las nubes se arremolinan
en una pintura dorada
y tus ojos son el bosque
de mil años amados.
Oh, aquella laguna congelada...
Me mostró la frialdad de una cripta;
y su mirada de ensueño
reveló las puertas del solsticio.
Y ese velo,
tan simple, bello, puro...
se apartó de su rostro para dejar ver
una galaxia de porcelana y rosas.
Así suspiran los días mientras pasan,
y la luna se rompe en pedazos...
ellos saben que nunca terminan;
van así: vida tras vida.
Mira en esa copa,
ese cuerpo-cáliz de oro,
y vierte infinitos sueños
en el fondo de su ser.
Al beberlo puedes oír
el susurro del U
Una parte de tu ser
da un abrazo en blanco,
el negativo de esas viejas fotos
me carcome por dentro.
Y vuelas en ese punto,
del sol el centro,
con tus alas de gamuza
y hélices de fieltro.
Llueven caramelos de dulce miel,
que se quedan,
pegajosos,
en la lengua de la noche.
Y no los engulle el orgulloso cometa,
no alcanza a verlos
...mas los huele el ciego páramo oxidado
y me los da, gentilmente, en la boca.